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Los herbívoros bien podrían ser nuestros aliados contra el cambio climático

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Las manadas de grandes herbívoros y su interacción con los ecosistemas los convierte en importantes aliados contra el cambio climático.

Por su papel en la reorganización de los lugares en los que los ecosistemas almacenan el carbono, grandes animales como los elefantes podrían ser inesperados aliados contra el cambio climático.

La interacción de las manadas de grandes animales, en su esparcimiento por lugares en los que los ecosistemas almacenan carbono, parece jugar un papel importante en la reorganización de éstos. Son los desplazamientos de manadas de elefantes, cebras y rinocerontes por el paisaje los que aplastan y reducen la vegetación que almacena el carbono, indirectamente, evitando que éste caliente la atmósfera.

Aunque lo normal sería concluir que los voraces apetitos y torpes pasos de las manadas podrían liberar el carbono almacenado en este ecosistema de forma muy parecida a como lo hacen los incendios forestales, lo cierto es que la perturbación de los herbívoros sobre el paisaje en realidad ayuda a que éste almacene más carbono en depósitos duraderos de difícil acceso.

Una nueva revisión que recopila pruebas de muchos estudios diferentes ha hecho esta observación, de modo que podría concluirse, con cierta razón, que los grandes herbívoros ser aliados contra el cambio climático al frenar el esparcimiento del carbono en las sabanas y praderas.

El suelo de estas áreas, donde los árboles son escasos y los herbívoros son abundantes, puede guardar el carbono durante miles e incluso decenas de miles de años en depósitos subterráneos de difícil acceso.

aliados contra el cambio climático

Los grandes herbívoros, aliados contra el cambio climático

Los recipientes por excelencia para el almacenamiento del carbono han sido siempre los bosques. No obstante, el carbono de sus cortezas y las hojas de sus árboles son vulnerables a la tala, plagas e incendios, que pueden liberar décadas de carbono acumulado en solo horas. Además, en bosques sanos, la mayor parte del carbono almacenado en la vegetación del suelo se descompone y va a la atmósfera como gas de efecto invernadero en menos de un siglo.

En el caso de las sabanas y praderas, son intrincados depósitos subterráneos los que retienen el carbono por mucho tiempo ayudados por la interacción de los grandes herbívoros. Así lo prueba una investigación realizada en 2009 que demostró que el regreso de los ñus a la sabana del Serengueti, en el este de África, provocó menos incendios forestales catastróficos.

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A su regreso, los ñus, después de que un virus arrasara con sus poblaciones, pisotearon y comieron la vegetación que había alimentado los incendios en su ausencia.

Así el retorno de las manadas en la década de 1960 permitió que las plantas se restablecieran gradualmente y recuperaran su abundancia anterior a la epidemia, junto con el carbono que el suelo del paisaje estaba almacenando.

Si los ñus no controlan todo el combustible de los potenciales incendios, los pequeños incendios se convierten en llamas catastróficas y lo consumen todo. Es así como puede afirmarse tanto los grandes herbívoros como los incendios estacionales son elementos naturales de estos ecosistemas de pastizales.

El papel del proceso de descomposición

En la emanación de carbono, hay que considerar la importancia de los procesos de descomposición, variables de acuerdo a la situación. Así por ejemplo, derivado de los incendios forestales, el carbono quemado que queda en el suelo después del siniestro es resistente a la descomposición por parte de los microbios.

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Mientras que hasta la mitad del material vegetal que comen de árboles y herbazales los grandes herbívoros se excreta en forma de estiércol y orina, que suelen ser más fáciles de descomponer para los descomponedores que la hojarasca vegetal, como las hojas muertas y los troncos caídos.

Aunque parte de lo que comen los descomponedores se libera como CO₂ a la atmósfera, la mayor parte entra en las reservas de carbono persistentes del suelo.

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Una forma eficaz de formar reservas de carbono a largo plazo en el subsuelo es alimentar el suelo con materia orgánica de fácil descomposición. A las manadas de grandes animales debemos el que dirijan una mayor fracción de carbono hacia depósitos persistentes y estables bajo tierra, demostrando lo valiosas que pueden ser las comunidades silvestres intactas.

Este descubrimiento debería motivar a la protección de los pocos ecosistemas ricos en herbívoros que quedan en la Tierra, como la sabana africana. Se puede restaurar mucho más si recuperamos a los ingenieros de los ecosistemas de cuatro patas de la naturaleza en los lugares donde se han perdido.

FUENTE: Expok.

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