La Inteligencia Emocional hace referencia a la capacidad de las personas para entender y manejar sus propias emociones, así como reconocer las emociones ajenas.
Muchos padres nos encontramos ante las frustraciones de nuestros hijos o sus tristezas sin saber cómo ayudarlos. A veces queremos que nos les duela el comentario provocador de algún compañero o simplemente que no responda gritando a algún recordatorio que hagamos. Sin saber que estas reacciones están ligadas al manejo de su Inteligencia Emocional.
La Inteligencia Emocional, es un término popularizado por el psicólogo Daniel Goleman y hace referencia a la capacidad de las personas para entender y manejar sus propias emociones, así como reconocer las emociones ajenas.
Gozar de inteligencia emocional les ayudará a tener mejores relaciones con los demás, conocerse a sí mismo, respetar y aceptarse, así como alcanzar una vida plena y satisfactoria.
Muchas de las investigaciones realizadas han demostrado sus beneficios y esto ha llevado a su aplicación, tanto a nivel educativo como laboral o clínico.
El trabajo para ser emocionalmente inteligente empieza desde que nacemos y no concluye nunca, ya que cada día vamos avanzando en el conocimiento de nosotros mismos y de nuestras emociones.
La inteligencia emocional y la infancia
La infancia es una etapa esencial para la educación emocional. El tiempo que dediquemos como padres a desarrollar su inteligencia emocional va a ser tiempo de calidad compartido con nuestros hijos, los cuales aumentarán sus posibilidades de tener una vida plena y feliz.
1. Mejora el conocimiento de sí mismo.
Gracias a la inteligencia emocional podemos hacer que se conozca mejor, autoconocimiento. Que se haga consciente de lo que siente en cada circunstancia y de cómo reacciona ante las emociones.
Conocerse y aceptarse tal y como es constituirá las bases de la inteligencia emocional.
Desde pequeños debemos enseñarles a nuestros hijos a ponerle nombres a sus emociones, para que sepa identificarlas y así poder gestionarlas. Que conozca sus emociones le ayudará a poder conocer las de los demás.
2. Mayor tolerancia ante la frustración.
La frustración es un sentimiento de tristeza, decepción y/o desilusión que le invade cuando no es capaz de satisfacer un deseo o necesidad que tenga.
Saber cómo es y lo que siente, ayuda a aceptar la realidad y a seguir focalizando sus metas, siendo conscientes de que las cosas no ocurren cuando quiera y de la forma que quiera.
Tolerar la frustración es sinónimo de tener un buen control y gestión emocional.
3. Mejora el manejo de la ira.
Como hemos comentado, la inteligencia emocional hace que el niño sea más tolerante a la frustración y que tenga un mayor autocontrol, lo que incide directamente en el manejo de su ira.
La ira es una emoción que florece cuando ve en peligro sus metas e ilusiones. El hecho de ser capaz de pararse en esos momentos a pensar objetivamente en cómo afrontar esa situación lo enfocará a su fin.
El pequeño va a aprender de sus padres y del entorno a expresar o reprimir sus emociones, lo cual afectará a su manera de relacionarse consigo mismo y con los demás.