Carpe diem, quam minimum credula postero
Esta frase – del poeta romano Horacio – significa “disfruta el día y no confíes en el mañana” y me recuerda otra que dice “si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”.
Creo que ambas frases nos vienen como anillo al dedo en las circunstancias que estamos viviendo. Si bien es verdad que de alguna forma debemos planificar y tomar previsiones, también es cierto que lo único que tenemos es el momento, el día.
Si nos toca en esta situación estar en casa, no ir a la oficina, si cancelan reuniones y actividades, sácale el mejor provecho a cada día. Lee; mira una conferencia TED; revisa y ordena las cosas de tu hogar; ordena tu ropa; inscríbete en algún programa en línea; repara ese grifo que gotea; haz ejercicios sencillos, disfruta de una película; en pocas palabras, mantente activo.
Es lo que haría un equipo de fútbol al que le suspendan por varias semanas el partido final. Con toda seguridad ese equipo se concentraría en un espacio a entrenar y si no pudieran hacerlo, cada integrante se dedicaría a buscar la manera de mantenerse en forma por su cuenta; subir y bajar escaleras, por ejemplo. La clave, como dije antes, es mantenerse activo.
Para finalizar, me gustaría compartir contigo, el resumen de una historia de sabiduría que me gusta mucho.
“El anillo del rey”
Un rey encontró un hermoso diamante y resolvió hacerse un anillo. También decidió que quería guardar dentro de ese anillo un mensaje pequeño que cupiera debajo del diamante y que lo ayudara a él y a sus herederos en los momentos de más desesperación. Para ello consultó a los sabios y eruditos del reino, quienes fueron incapaces de hacer un mensaje tan importante con solo dos o tres palabras.
El rey tenía un anciano sirviente que había estado a su lado toda la vida y quien respetaba mucho, por lo que también le consultó. Fue este anciano quien le dio el mensaje perfecto, que a su vez había recibido de un místico.
Lo escribió en un pequeño papel, lo dobló y se lo entregó al rey, pidiéndole que no lo leyera y que lo abriera solo cuando todo lo demás hubiera fracasado y no encontrará salida a una situación.
Al tiempo, el país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus numerosos enemigos lo perseguían. Llegó al final del camino y no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; no podía seguir hacia delante y no. De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y encontró el breve mensaje: “esto también pasará”.
Mientras lo leía poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos que lo perseguían. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital, hubo una gran celebración y él se sentía muy orgulloso de sí mismo. El anciano que estaba a su lado le dijo: -Este momento también es adecuado, vuelve a mirar el mensaje.
-¿Qué quieres decir? –preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
-Escucha –dijo el anciano-: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”
El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Entonces el anciano le dijo: Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes.
Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.
Así es, amigos, esto también pasará.
Autor: Carlos Rosales
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