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Una legislación española pone fin a los compuestos tóxicos y cancerígenos con que se fabrican recipientes para alimentos.
La recientemente aprobada Ley de Residuos de la legislación española, establece algunas medidas novedosas y encomiables en materia de conciencia ecológica. Entre otras cosas, la ley obliga a los hosteleros a ofrecer gratuitamente agua no envasada, prescindir del plástico de un solo uso e impulsar los sistemas de depósito, devolución y retorno de envases plásticos. Pero quizás su logro más notable es la prohibición del uso de compuestos tóxicos y cancerígenos en envases de alimentos.
Esta medida, que ha sido la que más debates ha suscitado durante la tramitación de la Ley, tiene sus antecedentes concretos en diciembre de 2021 cuando el Congreso aprobó la enmienda que prohibía el uso de compuestos tóxicos como ftalatos y bisfenol A (BPA) en envases. Posteriormente, el Senado anuló la prohibición, para que luego, el Congreso, recuperara la enmienda inicial.
Compuestos tóxicos
El BPA y los ftalatos son sustancias químicas de alto volumen de producción que se usan desde hace décadas para fabricar plásticos. El BPA da robustez a los plásticos, y se usa principalmente para fabricar policarbonato y resinas epoxi.
Los ftalatos, por su parte, proporcionan flexibilidad, y se usan para fabricar cloruro de polivinilo (PVC). Con BPA y PVC se fabrican botellas reutilizables, vajillas y recipientes, recubrimientos protectores y láminas para latas de bebidas y alimentos.
El peligro reside en que tanto el BPA como los ftalatos pueden migrar en pequeñas cantidades a los alimentos y bebidas almacenados en los materiales plásticos que los contienen. Eso hace que todos estemos expuestos a estos compuestos de forma continuada. Y aunque esta exposición no provoca efectos adversos inmediatos, sí que produce una toxicidad crónica. Incluso concentraciones pequeñísimas, del orden de partes por billón, pueden provocar daños a largo plazo.
Tanto el BPA como los ftalatos son disruptores endocrinos que alteran nuestras funciones hormonales. Hay evidencias científicas de que el BPA puede afectar al desarrollo neurológico en los niños, reducir la fertilidad, y desencadenar diabetes, obesidad o cáncer de próstata. A su vez, los ftalatos, están vinculados a resultados reproductivos y metabólicos adversos y problemas de aprendizaje, atención y comportamiento de los niños.
Entonces es lógico que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) haya establecido niveles de ingesta diaria tolerable (TDI) para estos compuestos tóxicos. El TDI es una estimación de la cantidad de una sustancia que se puede ingerir diariamente de por vida sin un riesgo apreciable.
Para 2015, la TDI para el BPA estaba en 4 microgramos por kilogramo de peso corporal y por día. En 2021, se redujo hasta 0,04 nanogramos por kilogramo de peso corporal y por día.
Esta reducción, superada por la dieta convencional, es consecuencia de nuevos estudios científicos que desde 2013 vienen indicando los efectos adversos del BPA en el sistema inmunológico. Sigue siendo muy necesario reducir los niveles de exposición actual a este compuesto, para lo cual se requieren medidas más restrictivas como las que recoge la nueva Ley de Residuos.
Ya en 2011 la Unión Europea había prohibido el uso del BPA en los biberones y en juguetes infantiles. Y en 2018 se prohibió su uso en cualquier envase alimentario para niños de 0 a 3 años. Aunque esta prohibición no existe a nivel de la Unión Europea, otros países como Francia ya prohibieron en el 2014 su uso en todos los usos alimentarios, aplicando el principio de precaución.
La ley es un buen punto de partida
La nueva Ley de Residuos es un importante avance en la eliminación de compuestos tóxicos para mejorar la salud humana, de los que el BPA y los ftalatos son los primeros, pero no los únicos disruptores endocrinos que nos amenazan.
Hay más de 3 000 sustancias químicas diferentes asociadas a materiales plásticos, de las que más de 60 son sustancias de alto riesgo para la salud y requerirían medidas similares.
Pese al logro, sigue siendo necesario controlar las alternativas químicas que surgen en sustitución de los compuestos tóxicos ahora prohibidos, como el Bisfenol S (BFS) o el Bisfenol F (BPF) que son alternativas al BPA. Se trata de productos químicos de estructura y propiedades muy similares y, por consiguiente, su impacto medioambiental y en la salud humana es similar al de su antecesor.
Lo mismo ocurre con los ftalatos, prohibidos algunos en productos comerciales, que han dado paso a otros plastificantes como el adipato de di(2-etilhexilo), el éster de diisononilo del ácido dicarboxílico de 1,2-ciclohexano y el tereftalato de di(2-etilhexilo) que son su reemplazo. Son necesarios estudios sobre los efectos de estos nuevos compuestos para saber si son seguros o no.
También cabe reflexionar sobre el rastro de estos compuestos tóxicos en la economía circular, lo que implica controlar la contaminación en todas las etapas del ciclo de vida de un producto, incluida la etapa de reciclaje.
Compuestos químicos, como el BPA o los ftalatos, presentes en los diferentes residuos, pueden ser liberados durante diversos procesos de reciclaje y recuperación y también pueden estar presentes en productos producidos de materiales reciclados.
En consecuencia, debemos controlar su presencia en todos los materiales que ya los contienen y que, al reciclarse, reintroducen estos compuestos tóxicos en nuestro medio ambiente impactando de nuevo en nuestra salud.
La importancia del etiquetado
Por último es menester considerar que, cuando un producto llega a una planta de reciclaje lleva años desde su fabricación y algunos de sus compuestos, antes permitidos, ya no lo son. Las plantas de reciclaje se encuentran con una tarea muy difícil para poder discriminar entre los residuos que un determinado compuesto químico contiene y los que no.
Es necesario avanzar en un etiquetado para productos comerciales que contenga información sobre todos los aditivos químicos presentes, a fin de facilitar su discriminación en las plantas de reciclaje.
Esta nueva Ley de Residuos es un paso adelante en la protección de la salud humana, aunque queda mucho recorrido por delante para poder minimizar los impactos negativos en nuestra salud de los disruptores endocrinos en los compuestos tóxicos de uso común.
FUENTE: El Español.
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