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El marañón había empezado a escasear en las mesas debido a la persistente acción patógena de los hongos. No obstante, su producción ha empezado a despuntar.
Anacardium occidentale es el nombre científico del marañón, conocido en otros lares como cayú, nuez de la India, anacardo, merey, castaña de cajú o pepa, un árbol perteneciente a la flora de Sudamérica, el nordeste de Brasil, costa de Colombia, sur de Venezuela y, cómo no, también de Panamá.
Un fruto tradicional, estrechamente ligado a la cultura más característica de los entornos en los que crece, delicioso y altamente perecedero.
El marañón consta del pseudofruto y la nuez que aloja la semilla. El pseudofruto es el resultado del desarrollo del pedúnculo en una estructura carnosa característica de esta planta que se desarrolla y madura posteriormente a la nuez, la parte que tiene el interés comercial por su alta demanda como snack, en la repostería y también por su aceite utilizado en la industria química.
Los árboles de este fruto son también utilizados como cercos. Muchos en su niñez se aventuraron a atravesar un potrero para buscar la jugosa recompensa de un par de marañones y comerlos allí mismo, bajo el árbol, con las manos húmedas hasta el codo del zumo. Los sermones por la ropa manchada por el marañón se convirtieron en tradición junto con las quemadas en los dedos por la falta de paciencia a la hora de asar las pepitas. Sí, también comestibles.
Por ello, además de la preparación de la refrescante jarra de chicha, las cocineras dedicaban de su tiempo a preparar el dulce de marañón: una conserva que se corona con las pepitas asadas.
“El dulce de marañón, entre otros dulces típicos de la temporada, se destaca porque es una fruta de verano, coincide con nuestras fiestas de Carnaval y luego con la Semana Santa. Crecí viendo palos de marañón; recuerdo los marañones amarillos, que casi ni se ven, y los rojos que son los que ahora se encuentran y cada vez escasean más”.
dice la chef Fifita Bichili.
Sobre la fruta, la cocinera asegura que tiene un sabor muy interesante pues cuando se come “sientes que te aprieta la boca”, por su alta astringencia. Es una fruta humilde, pero llena de muchos atributos.
Tiene vitaminas B1, B2, vitamina E, calcio y magnesio, estos dos últimos muy buenos para quienes tiene problemas de digestión. También tiene un alto contenido en fibra y diversos ácidos grasos y se ha probado su efectividad para fortificar la memoria.
“Lo rico no es solo hacer el dulce, sino también asar las pepitas de marañón. Ponerlas sobre una hoja de zinc, ver cómo se van quemando y botan el aceite, y al final uno tiene su pepita de marañón, que igual se le incorpora al dulce”.
añade Bichili.
Con el tiempo algunas de estas costumbres se han desvanecido. Aunque el marañón tiene su público y en las últimas décadas sus pepitas lograron una mayor comercialización, su producción no basta como para pensar en una plantación. Sobreviven los árboles a orillas de los caminos, patios y fincas, pero desde hace algunos años los árboles han sido afectados por un hongo que poco a poco está acabando con ellos.
Desde 2017
En el año 2017 se empezó a notar que los árboles de marañón estaban siendo afectados por una enfermedad. De árboles frondosos pasaban a ser un esqueleto que había perdido flores, hojas y ramas. Para el año 2018, la pérdida de flores resultó en una completa ausencia de frutos.
El Instituto de Innovación Agropecuaria de Panamá (IDIAP) decidió asignar la labor de investigación del fenómeno al ingeniero Melvin Jaén. Luis Mejía, de Indicasat también realiza su investigación.
“Desarrollamos esa investigación en el laboratorio de microbiología agrícola que tiene el Idiap en Río Hato, en el centro de Recursos genéticos, y logramos la identificación de tres hongos que provocaban una sintomatología similar a la observada en los árboles de marañón, que en ese momento se denominó ‘muerte descendiente’ del marañón”.
cuenta el Dr. Rito Herrera.
Se consideraron variables como la temperatura, humedad y velocidad del viento, entre otras, y lo que saltaba a la vista es que particularmente en esos años se registró en el país aumento en las temperaturas nocturnas, situación favorable para la proliferación de hongos. Tres hongos fueron identificados: Colletotrichum gloesporoides, Pestalotia heterocornis y Lasidiodiplodia theobromae.
Como parte de la investigación, los funcionarios hicieron un recorrido a nivel nacional en el que observaron que en regiones como las provincias centrales, la enfermedad causó grandes afectaciones, mientras que en la provincia de Bocas del Toro no encontraron la enfermedad.
“Puede deberse a causas climáticas, sin embargo, Bocas del Toro es un área húmeda también y probablemente esos árboles sean resistentes al ataque de estos hongos. Pero eso quedó allí, luego vino la pandemia y no pudimos realmente avanzar mucho el año pasado”.
añade Herrera.
Situación actual
Aunque la enfermedad sigue presentándose, felizmente, la situación actual no es la misma que en 2018 y 2019.
“Hay una recuperación que no es del 100% pero sí es una recuperación en relación con el año 19. […] En el Idiap tenemos un proyecto que lidera el ingeniero Melvin Jaén, especialista en fungicultura de la institución y que tiene como objetivo la incorporación de nuevo material genético que pudiera ser resistente a estos patógenos”.
detalla Herrera.
Estas afectaciones, también presentes en países de América o África, han encontrado resistencia, por ejemplo, en variedades de marañón oriundas de Brasil que son inmunes a los patógenos. Sin embargo, la realidad de Panamá y otros países no es similar por el hecho de que no existe una industria de pepitas, sus semillas que tostadas, tienen una gran demanda. Esto hace más complicada la solución pues en Panamá, un grandísimo porcentaje de árboles de marañón son de traspatio.
El uso de fungicidas agroquímicos para el control de la enfermedad no es una solución práctica pues implica fumigar el voluminoso árbol desde el dosel, con el consecuente problema de salud pública que traería para los residentes del área. Además, la enfermedad está presente desde la semilla, comprometiendo la sanidad del árbol. Es necesario profundizar en la investigación para conocer más detalles que permitan atacar la enfermedad.
“Actualmente estamos tratando de retomarla, pero ya básicamente buscando algunas medidas que contribuyan, no a reintroducir, pero sí a obtener variedades de marañón que sean resistentes a los patógenos que afortunadamente logramos identificar”.
sostiene el investigador.
Otra de las medidas tomadas incluye la poda sanitaria de los árboles enfermos para evitar la expansión de la enfermedad.
Existe poca evidencia que revele específicamente los factores que han influido en la lenta recuperación del marañón. Queda pendiente revisar las bases de datos de la temperatura nocturna en los dos últimos años, verificar si es que ha habido un factor estresante para los hongos, o si el organismo de los árboles se ha adaptado y ha logrado controlar a los patógenos.
“En estos días recogí un montón de marañón cerquita de Penonomé, por el Parque eólico. Hay marañones. Si dijera que estamos igual que en el 18 o 19 le estaría mintiendo. […] Hoy usted puede salir y ver que hay marañones; no serán del mismo tamaño que hace cuatro o 5 años, no los hay en la misma cantidad, pero sí hay”.
concluye el investigador.
FUENTE: La Estrella.
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