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El Papa Francisco pregonó ante miles de adolescentes sus inquietudes sobre el medio ambiente, la inclusión y la justicia económica.
Era 2015 cuando el Papa Francisco emitió un mensaje trascendental sobre la necesidad de abordar el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación ambiental, opiniones contundentes que fueron reunidas y publicadas en la encíclica «Laudato si’».
El Papa expresó la preocupación de la Iglesia por el daño causado a la creación de Dios por la actividad humana irresponsable y la búsqueda desenfrenada del beneficio económico sin considerar las consecuencias para el ecosistema y los más vulnerables.
A raíz de la publicación, jóvenes católicos de todo el mundo se han unido a fundaciones y movimientos sociales patrocinados por la iglesia bajo el nombre de «Economía de Francisco» y el movimiento «Laudato Si», nombrado así por la encíclica.
En uno de sus más recientes viajes a la capital portuguesa, Lisboa, el pasado fin de semana, el jesuita argentino convocó a la juventud ferviente con ocasión de la celebración del día mundial de la adolescencia en el jamboree juvenil católico que conmemora a su homólogo de la década de 1980, iniciativa de San Juan Pablo II. El Papa asume el legado de Juan Pablo al movilizar a la próxima generación en torno a sus objetivos de justicia social y medio ambiente.
Francisco volvió a impulsar esos temas, alentando a la juventud a tomar riesgos y evitar la tentación de mantener el status quo o el «sistema global de elitismo e desigualdad». Animó a la juventud a cuidar el ambiente, ayudar al necesitado y «redefinir lo que entendemos por progreso y desarrollo». La tragedia de la desertificación debe alinearse con la de los refugiados, la creciente migración con la de la disminución de la tasa de natalidad, y el componente material de la existencia debe ser visto dentro del ámbito espiritual.
«La suya puede ser la generación que asuma este gran desafío».
dijo el Papa Francisco.
Aunque el presente viaje del Papa estuvo más dirigido a la juventud, su mensaje ha llegado a personas de todas las edades que se alinearon en su camino y miraron su papamóvil desde balcones de hoteles o la calle. Su mensaje sobre rectificar las desigualdades económicas resonó con muchos.
«Es un gran problema y se debe hacer más al respecto. Es difícil cambiarlo, pero al menos la gente escucha lo que (el papa) dice y comienza la conversación».
dijo Alison Morais, una trabajadora de una tienda de Cascais de 42 años e inmigrante brasileña.
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