“Los límites del crecimiento“, un estudio organizado entre el Club de Roma y el MIT, se diseñó para determinar las tendencias del mundo a cien años, de los que ya se cumplieron cincuenta.
Han pasado cinco décadas desde la publicación del estudio “Los límites del crecimiento” que, entre más pasa el tiempo, más se reconoce como la obra que sacudió con alta intensidad los cimientos económicos y la cosmovisión del mundo moderno.
Recordar sus orígenes vale la pena, porque permite identificar fenómenos inusitados. La investigación fue solicitada por el Club de Roma al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
El Club de Roma es un consorcio de científicos, empresarios, políticos y pensadores europeos fundado por Aurelio Peccei, industrial italiano, y Alexander King, director de ciencia en la Comunidad Europea, que continúa vigente y ha publicado 45 reportes sobre la situación del mundo. Hoy el Club de Roma está formado por unos 100 miembros, tiene presencia en 30 países y su sede central se encuentra en Suiza.
El estudio, publicado en 1972, que hizo el grupo de dinámica de sistemas del MIT está basado en un modelo global que incorporó cinco variables o factores críticos: crecimiento de la población, producción de alimentos, industrialización, agotamiento de recursos naturales y contaminación.
Este modelo intentó develar las tendencias para 100 años. El estudio llegó a tres principales conclusiones:
- a) De seguir las tendencias actuales de los factores incluidos, el planeta alcanzaría los límites de crecimiento en los próximos 100 años. El resultado más probable: un súbito e incontrolable descenso tanto de la población como de la capacidad industrial.
- b) Se deben modificar estas tendencias con el fin de alcanzar un equilibrio ecológico y económico.
- c) Cuanto más pronto se empiece a trabajar la opción b, mayores serán las posibilidades de éxito.
El modelo mundial creado logró analizar de manera conjunta los cinco factores en términos de circuitos de retroalimentación entrelazados. Cincuenta años después, no hay duda de que la huella ecológica de la humanidad supera sustancialmente sus límites naturales cada año.
El impacto de este estudio fue muchas veces mayor, porque provino, no de intelectuales disidentes o alternativos, sino de las entrañas mismas del sistema científico normal o dominante. Su mayor aporte es que mostró por primera vez las consecuencias del crecimiento incontrolado en un planeta de recursos finitos. La autora principal del informe, en el que colaboraron 17 profesionales, fue Donella Meadows, biofísica y científica ambiental, especializada en dinámica de sistemas.
Otras tres versiones actualizadas del estudio original fueron publicadas por el Club de Roma en 1992, 2004 y 2012. Para 1970, año de la primera publicación del estudio, había aparecido otra obra clave que puso en duda los fundamentos de la teoría económica: el libro The Entropy Law and the Economic Process, de N. Georgescu-Roegen (1971), precursor de la economía ecológica y de la termoeconomía.
En 1972 se celebró la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, en Estocolmo, Suecia, que fue la primera conferencia mundial en hacer del ambiente un tema importante. El efecto perturbador que provocó el libro tuvo que ser enfrentado y neutralizado por los defensores del establishment, y esto se logró mediante la introducción de un concepto que ocultara la aprobación de seguir creciendo: el de desarrollo sustentable (o sostenible).
El concepto lo introdujo el Informe Brundtland (1987), conciliando ambientalismo y desarrollismo y se impuso para sostener la idolatría del crecimiento y/o el desarrollo económico. Su lanzamiento ocurrió en la Cumbre de Río de Janeiro en 1992. Casi sin excepción, quienes hemos estado en la preocupación permanente por el futuro de la humanidad y el planeta aceptamos y adoptamos acríticamente el concepto de desarrollo sustentable y su ingenua triada (ambientalmente correcto, socialmente justo y económicamente viable).
El concepto sigue vigente marcando las políticas internacionales con los llamados Objetivos del Desarrollo Sostenible con las metas ubicadas en 2030. Contra lo anterior ha surgido un alud de obras, informes, posicionamientos y declaraciones que dejan cada vez más claro que estamos ante una crisis de civilización, donde el capital corporativo es realmente el principal causante de la crisis ecológica y social del mundo actual.
Han contribuido a lo anterior los textos y el movimiento social sobre decrecimiento, la teoría del capitaloceno, los posicionamientos de uniones de científicos y, por supuesto, los movimientos de ecología política que hoy existen en todo el mundo cuestionando la cosmovisión de la modernidad y su principal ariete: el sistema económico y su obsesión imparable por el crecimiento.
FUENTE: La Jornada.