Por primera vez participan tres buques de investigación de forma simultánea y 150 científicos internacionales para explorar la llanura abisal del Océano Atlántico Norte Como parte del programa Exports, financiado por la agencia espacial estadounidense (NASA), y el proyecto OTZ (Ocean Twilight Zone).
La franja del mar adonde no llega la luz del sol, situada entre los 200 y los 1.000 metros de profundidad y conocida como zona crepuscular o twilight zone, supone el 60% de la superficie del planeta. Es el mayor pulmón de la Tierra y el hábitat de miles de millones de seres que multiplican hasta por 20 la cantidad de ejemplares que nadan en aguas más superficiales. Su actividad crea una bomba biológica de captación de CO₂ e intercambio de compuestos orgánicos que reduce a horas procesos que, sin su existencia, tardarían meses en producirse. Es crucial para conocer los niveles futuros de oxígeno, cómo se almacenará el carbono orgánico a largo plazo y los efectos del cambio climático. Sin embargo, pese a su importancia clave en la supervivencia del planeta tal y como lo conocemos, es la última frontera de la Tierra sin explorar, de la que se conoce poco y sobre la que ya planea el riesgo de explotación por parte de la humanidad.
¿Qué hace la NASA en el fondo del mar?
El objetivo último de la expedición oceanográfica es desarrollar capacidad predictiva de los procesos que ocurren dentro del océano a través de los satélites que la NASA ya tiene operativos. Se quiere ser capaz de desarrollar modelos para predecir todo el flujo de carbono oceánico, conocer todos los procesos lo suficientemente bien como para, al medir parámetros accesibles vía satélite, conocer qué sucede en las profundidades de los océanos.
Actualmente se encuentran estudiando que al llegar la primavera, en el océano ocurre lo mismo que en la tierra. Las plantas del océano, que es el fitoplancton [el conjunto de organismos fotosintéticos que viven dispersos en el agua], florecen y cogen el dióxido de carbono que sobra en la atmósfera y realizan la fotosíntesis, produciendo oxígeno y carbono. Este carbono es el suministro de alimentos que comen el zooplancton, o animales microscópicos, y luego los peces y otros animales de la cadena alimentaria. Mientras comen, expulsan materia fecal que se adhiere a otras partículas en el agua y forma lo que los científicos llamamos “nieve marina”. Por lo general, solo una pequeña fracción de la nieve marina desciende a través de la zona crepuscular hasta las profundidades del mar.
La razón por la que se debe prestar mucha atención a la nieve marina es que desempeña un papel importante en la regulación del clima. Al hundirse la nieve marina por debajo de profundidades de 1.000 metros, queda secuestrada y no vuelve a la atmósfera en mucho tiempo. Una parte de la comunidad oceanográfica intenta cuantificar el carbono que tenemos en la superficie del océano y cuánto queda retirado de la atmósfera. La NASA quiere, a través de la medición de los niveles de clorofila con sus satélites, saber cuánta cantidad de fitoplancton existe en una zona, qué cantidad de carbono se produce y qué cantidad se secuestra.
La NASA financia esta iniciativa y han participado las instituciones oceanográficas más importantes de EE UU, como la Woods Hole Oceanographic Institution (WHOI).
NASA
Sin azul no hay verde
Los océanos son los pulmones de la Tierra, sobre todo la zona crepuscular porque es la zona más vasta. Y la bomba biológica de carbono es un componente fundamental de ciclo del carbono oceánico y también del terrestre, ya que está retirando grandes cantidades de CO₂ de la atmósfera.
Fuente: El País