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Desde el hallazgo de la mandíbula humana correspondiente a un homínido sin conocer, el yacimiento de Atapuerca sigue revelando detalles sobre el primer europeo en la faz de la tierra.
El yacimiento burgalés de Atapuerca sigue siendo nicho de los secretos más intrincados que la naturaleza resguarda de los ancestros europeos, intriga de los paleontólogos que escudriñan sus tierras.
Ahora, Atapuerca revela los primeros indicios de una cara; se trata de un fragmento de hueso del pómulo y de un maxilar. Esos restos óseos son el humano —homo— más antiguo que se ha encontrado en Europa, el primer europeo, de casi 1,4 millones de años de antigüedad.
En 2007, cuando se encontró la mandíbula que tenía ese récord de antigüedad, fue un salto increíble en la comprensión de la población europea, porque entonces se pensaba que habían llegado hace 800.000 años, mientras esta mandíbula estaba en Burgos hace 1,2 millones. El primer europeo es mucho más antiguo.
Hay un detalle particular: los rasgos en los huesos del primer europeo indican que su rostro era muy similar al nuestro, el de los sapiens, aunque vivieran hace casi millón y medio de años.
El maxilar tiene una proyección vertical, como en la mandíbula hallada en 2007, lo que indica que el rostro moderno ya estaba presente en esta época. Hoy, en Atapuerca, uno de los tres codirectores del yacimiento, el exultante Juan Luis Arsuaga da énfasis en la importancia del hallazgo.
“Este fósil obligará a reescribir los libros de evolución humana. Los restos retrasan en el tiempo la presencia humana en Europa y nos muestran que cosas que pensábamos que aparecieron al final de la evolución [como el rostro moderno] surgieron al principio. Los neandertales son más contemporáneos, pero son muy diferentes a nosotros y, sin embargo, sorprende ver lo mucho que nos parecemos a una especie de más de 800.000 años”.
explica Juan Luis Arsuaga, a la cabeza del yacimiento.
“[La mandíbula de 2007] era, en su tiempo, la evidencia más antigua de una cara “moderna”, plana, más parecida a la nuestra que el rostro simiesco de nuestros ancestros. Gracias al nuevo hallazgo, podremos conocer ahora en qué momento surgió aquel homínido en que, al mirarnos a la cara, nos reconoceríamos a nosotros mismos”.
nos dice María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana.
María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, reflexiona sobre la importancia del hallazgo del primer europeo para nuestra historia como humanidad. De hecho, es calificado como divulgación de primera clase o meramente, “Delicatessen paleontológica“
El hallazgo ha permitido a cuatro generaciones de investigadores formados en Atapuerca aprender a leer las señales que la Sierra proporciona sobre dónde y qué hay que buscar.
Están descifrando las voces atávicas que, como en el Pedro Páramo de Juan Rulfo estaban “cerradas en los huecos de las paredes o debajo de las piedras”, “voces tan claras que las reconoces, como si se filtraran entre las grietas y las descarapeladuras” de su caliza cretácica ancestral.
Al término de la publicación que documenta la labor a la caza del primer europeo se vislumbra un dejo del realismo mágico retratado en la literatura latinoamericana que se percibe en la abundancia de la Sierra de Atapuerca, una magia sembrada sobre el abono pragmático de la apuesta sostenida y sistemática por la ciencia, y el premio a una carrera de fondo, vocacional, que hoy recoge sus frutos de oro y hueso.
FUENTE: El País.
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